11/4/10

Entrevista al Presidente de la Asociación de Magistrados

Los jueces no son independientes en la Argentina y serlo, tanto del poder político como del económico, como de sus propios prejuicios, es lo que le debe el Poder Judicial a la sociedad para que esta vuelva a confiar en las instituciones. La denuncia no proviene, esta vez, de las filas K, sino del propio presidente de la Asociación de Magistrados y Funcionarios de la Justicia Nacional, Ricardo Recondo.

Recondo no es un juez más. Y se le nota. Tiene diez años de camarista civil y comercial federal, preside desde 2006 la principal institución que agrupa a los magistrados, fue subsecretario de Justicia durante el gobierno de Raúl Alfonsín y sobra con escucharlo unos minutos para advertir que entiende (y disfruta) el juego de la política. 

Dice que ya pasaron de moda los jueces que sólo hablan a través de las sentencias, compara al gobierno kirchnerista con los fascismos europeos de los años 30, advierte que le asusta que se domestique a la prensa "porque luego se aniquila al Poder Judicial" y asegura que la verdadera política de derechos humanos en la Argentina fue la del gobierno radical "cuando los militares aún eran poderosos, no como ahora que están viejos y necesitan pañales". 

Presidente desde 2006 de la entidad que agrupa a todos los jueces y fiscales nacionales y federales del país -los que resuelven todas las causas contra el Estado y los funcionarios y ex funcionarios nacionales-, Recondo elige un "piadoso silencio" cuando se le pregunta por la repentina hiperactividad del juez Norberto Oyarbide y de algunos otros colegas, jura que la Asociación que preside nunca buscó el conflicto y que siempre ha contestado tratando de respetar la investidura de los funcionarios que la han atacado. Y aunque dice que tiene el peor concepto de Cristina Fernández de Kirchner como persona, asegura que le gustaría dialogar con la Presidenta. 

-¿Los jueces que sólo hablan por sus sentencias son una especie en extinción?
-Las instituciones están desprestigiadas y el Poder Judicial también. La gente no entiende lo que hacen los jueces y su trabajo no le parece relevante para sus vidas. Entonces, cuando los atacan, nadie los defiende. Fíjese que actualmente no se valora el juicio a la Junta de Comandantes, lo importante en materia de derechos humanos desde que empezó la democracia, para no agrandar al radicalismo. Cuando se hizo el Juicio, la aceptación social del Poder Judicial era del 50%. Y la gente lo apoyaba porque era un paradigma del funcionamiento de las instituciones. 

-Que lo apoye uno de cada dos tampoco parece tanto.
-En general, la gente no conoce a la institución judicial. El juez es muy técnico en la redacción de sus sentencias porque cita y escribe para pares, cuando en realidad la sentencia es un proceso lógico. Es la aplicación de la norma al caso. El canciller inglés, XX Livingstone, decía: "Un juez tiene que ser un caballero. Si sabe Derecho, mejor". Yo, parafraseándolo, digo: "Un juez tiene que ser independiente. Eso es lo fundamental. Si sabe Derecho, mucho mejor". 

-La clave para que la Justicia funcione es, entonces, la independencia que no tenemos.
-Efectivamente. El juez inglés más célebre fue Edward Coke y fue famoso porque se opuso al rey. No hizo sentencias que pasaron a la historia, pero se opuso al rey y lo echaron. Estos son los valores que cuentan, como los de John Marshall en la Corte de los Estados Unidos. El juez debe ser independiente del poder político, del económico, debe tener independencia interna y debe ser independiente de sí mismo, de sus propios prejuicios y valores. 

-¿A qué se refiere con independencia interna? ¿A no dejarse influir por la corporación judicial?
-No, a ser independiente de los tribunales superiores. La crítica a la corporación es injusta, porque si hay alguien que trabaja solo es el juez. Usted no se imagina lo difícil que es hacer que mis colegas participen en esta Asociación. El juez no tiene tendencia a lo colectivo porque en su trabajo está solo con la ley y su conciencia. No es malo hablar de corporación. Está la corporación de los abogados, la de los políticos, por ejemplo. Muchos lo toman como algo peyorativo, pero no debería ser así. El juez tiene que estar rodeado de una serie de protecciones porque, como no es un superhombre, tiene que sentir que, resuelva lo que resuelva (obviamente, conforme al Derecho y a los hechos de la causa), no le va a suceder nada. Además, el juez debe ser independiente de sí mismo, liberarse de sus propios prejuicios. 

-¿Los jueces gozan de las garantías necesarias para ser independientes?
-No, a pesar de que están escritas. En general, todos los gobiernos tratan de presionarlos, pero este Gobierno lo ha hecho de una manera que nunca había sucedido antes. 

-¿Se refiere al gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner?
-Al suyo y al de su marido. Empezó, cuando nadie decía nada y yo lo advertí, con las presiones a la Cámara de Casación en 2006, cuando Néstor Kirchner dijo al Consejo que "procediera" contra los jueces. 

-¿De qué modo se viola o no se respetan las garantías de los jueces?
-Con actos diversos del Poder Ejecutivo y del propio Consejo de la Magistratura, en el que tienen [el oficialismo] poder de veto. Esto significa que ellos pueden impedir que se eche a un juez, como hicieron con el caso Faggionato Márquez [Federico, ex juez federal de Zárate-Campana], o impedir que se nombre a un juez que pueda ser molesto. Pero con este sistema se da una curiosa contradicción. El juez más capacitado -eso es lo que teóricamente evalúa el Consejo- que no es independiente es mucho más peligroso, porque disfraza su decisión para parecer independiente. [...] Pero advierta usted que los jueces que ellos creen amigos no son sino amigos del que está en el poder. Son los mismos jueces que después los van a perseguir. En cambio, el juez independiente es el que les va a dar garantías. 

-¿Cómo considera que se respetarían esas garantías? ¿Cree que el Gobierno debería llamarse a silencio y no opinar sobre causas en trámite?
-Las presiones vienen por dichos o declaraciones públicas y con actos del Consejo. Los Consejos de la Magistratura se crean en la Europa continental para proteger la independencia de los jueces y acá se lo usa para cercenarlos. 

-¿Pasaba lo mismo con el Consejo antes de la reforma impulsada por Fernández de Kirchner?
-En estos 12 años el Consejo nunca funcionó muy bien. Sin duda era perfectible, pero la ley anterior respetaba el equilibrio que menciona el artículo 114 de la Constitución. La ley actual no lo respeta. 

-Usted dice que, en la Argentina, los jueces no pueden investigar al poder. Pero, si uno repasa la historia desde el retorno de la democracia, no hay tantos jueces que hayan sido destituidos por hacerlo. Más bien, parece una cuestión de los jueces, que se despiertan o activan cuando el poder está en retirada?
-Es un perverso sistema de supervivencia. No voy a dar nombres porque los represento, pero quienes negocian según los tiempos políticos no son jueces. Los jueces tenemos una deuda con la sociedad para actuar de manera independiente cualquiera sea el poderoso que esté siendo juzgado. ¿Cómo se salda esta deuda? Cuando el juez vuelva a tener la sensación de inmunidad, que no es impunidad. Ahora, si resuelvo a favor de los intereses del Gobierno, no pasa nada. Pero si resuelvo en contra, entonces aparece [la acusación sobre] el Partido Judicial, los jueces tarifados, las denuncias porque están atrasados, etcétera. Y ojo que esto es peor para los jueces del interior. Allá la presión es enorme. Lo digo porque me llaman continuamente jueces del interior y piden que denuncie lo que pasa. Pero yo no puedo denunciar a quien está presionado por un poderoso, sino a quien comete el delito. A mí me pasó. Me denunciaron en el Consejo y tuvieron abierta la causa siete meses. Me lo hicieron para ver si me podían callar, y cuando vieron que no podían, no tuvieron más remedio que desestimar la denuncia. 

-¿Qué piensa sobre el Partido Judicial?
-Me parece que no existe. Los jueces, como personas, obviamente tenemos nuestras simpatías y opiniones. Pero como jueces, no podemos ser ni oposición ni oficialismo. Tenemos que decidir con abstracción de las cuestiones políticas. La sociedad actual se ha complicado mucho. Lo que antes eran "cuestiones políticas no justiciables", que resolvían los poderes políticos, ahora no se solucionan allá y los propios políticos las traen al Poder Judicial. El corralito debió ser resuelto por la política. Como la política no lo resolvió, lo hicieron los jueces. Y la gente no perdió los ahorros por al Poder Judicial. Pasa lo mismo ahora con los DNU y las reservas. 

-Volvamos al Partido Judicial.
-Esta cuestión no resiste el menor análisis. ¿A qué partido pertenece el doctor Oyarbide o los jueces de la Cámara Contencioso que fallaron a favor de los intereses del Gobierno? Es simplemente una agresión gratuita, injusta. Los jueces pertenecemos a tan distintas ideologías, porque el que no está en el Poder Judicial quizás no se da cuenta y se compra la idea de que el juez es aristocrático, conservador. Eso no es así: hay jueces progresistas, peronistas, radicales, de izquierda, de derecha, y hay concursos, así que acá entra cualquiera. 

-¿Qué opina del proyecto de Alejandro Rossi, que prevé que los jueces rindan examen cada cuatro años? ¿A algunos de sus colegas no les haría falta un examen?
-No es un tema de formación sino de presión. Justamente esta semana nos vamos a reunir en Mar del Plata con la Federación Latinoamericana de Magistrados y lo que se ve es que se persigue a los jueces, sobre todo en algunos países de Centroamérica, con esta excusa. No me opongo a que mejore la formación, pero advierto que esto es usado como un arma para presionar. Nuestra Asociación tiene la escuela más importante de la región. Los jueces dan examen. ¿Qué examen dan los legisladores? ¿O los ministros? Hemos tenido ministros de Justicia que ignoraban la Constitución. 

-Una de las principales críticas del Gobierno a los jueces es que demoran las causas por violaciones a los derechos humanos. ¿Coincide con esa apreciación?
-Puede ser que alguno lo haga, pero estas son megacausas muy difíciles de tramitar. Si tenés que llamar a 8000 testigos, ¿cómo avanzás? ¿Cómo hace un tribunal con un Código Procesal absolutamente ridículo y anticuado para hacerlo? Ni siquiera han puesto los recursos que pidió la Corte. Al Gobierno le conviene decir esto porque es su caballo de batalla para hablar del tema. Cuando un tema se soluciona, no hay más conflicto. 

-¿Por qué sostiene que al Gobierno le conviene el conflicto?
-En el tema de los derechos humanos le conviene porque es el caballito de batalla que eligieron al llegar al poder. Como les dijo Adolfo Pérez Esquivel, los derechos humanos también son de los que viven hoy en la Argentina y los jueces estamos obligados a velar porque se respeten ambos derechos, los del pasado y los del presente. 

-¿Cuál debería ser la relación entre el Poder Judicial y los otros poderes?
-La población nunca puede temer ser sojuzgada por un juez. Y la población no puede temer ser sojuzgada por una prensa libre, tenga el poder que tenga la prensa. Prefiero, en materia institucional, que haya un órgano poderoso -mientras haya también otros- antes que coartar la libertad. Temblaría si la prensa fuera amordazada, porque veo lo que pasa en otros países. 

-¿En cuál está pensando?
-En Venezuela. Pero, cualquiera que lee historia sabe cómo fueron las dictaduras de Europa. Siempre se silencia a la prensa y después se aniquila al Poder Judicial. 

-Entonces, ¿cuál sería una relación razonable entre los poderes?
-La relación razonable es el diálogo. Para mí es una obviedad. Cuando nosotros estábamos en Justicia durante el gobierno de Alfonsín, una vez por semana había un conato de golpe de Estado, porque cada vez que un juez citaba a un teniente había un conflicto. Entonces íbamos a ver a los jueces, nada más a explicarles lo que pasaba. No los presionábamos, nos comunicábamos. El poder político le avisaba al Poder Judicial cuáles eran las consecuencias posibles de sus decisiones. Los jueces tendríamos que tener suficiente sensibilidad política, pero, a veces, en ciertos temas, como los económicos, es bueno tener asesoramiento sobre el contexto.
Tiene que existir un diálogo también con el Congreso, para decirles a los legisladores, por ejemplo, que en tal provincia se necesitan más juzgados o tal ley está colapsando un fuero.
He dialogado con todo el mundo desde que presido la Asociación, quise dialogar con este gobierno y con el anterior y jamás pude. Los hemos invitado desde que la Presidenta era senadora. A reuniones, a hacer comisiones de estudio, a nuestra cena de fin de año. No sé por qué jamás aceptaron. Se ofenden y nos ningunean. Para dialogar hacen faltan dos y así como invitamos a la oposición y ha venido, el oficialismo jamás lo hizo (salvo el ex ministro Alberto Iribarne y la ex secretaria de Justicia, Marcela Losardo). 

-¿Es funcional al Gobierno tener al Poder Judicial como enemigo?
-No lo digo yo sino todo el mundo. Uno es incondicional o es enemigo. En esta etapa no hay pensamientos distintos aceptados. Los pensamientos distintos son positivos y uno se enriquece con la discusión, que no siempre significa cambiar de opinión. Incluso en el interior del Poder Judicial debemos recuperar y revalorizar la discusión porque, con el exceso de trabajo, en muchos tribunales colegiados los magistrados, en lugar de debatir y consensuar, se dividen los casos y funcionan casi individualmente. Pero claro, si la litigiosidad en los últimos 20 años creció un 500% y el Poder Judicial creció un 20%, resulta prácticamente imposible. Un juez federal de provincia está tramitando 50 o 60 mil causas, cuando lo razonable debería ser unas 300. Es otro factor de presión, porque a ese juez siempre se le va a encontrar en falta. 

-¿Cómo imagina el futuro? ¿Cree que la relación del Poder Judicial con el Gobierno va a volver a cauces más normales?
-Con este Gobierno no puedo ser optimista. Sí a futuro, cuando se consiga reformar el Consejo de la Magistratura y el Congreso esté dispuesto a legislar para mejorar la Justicia, para respetar que sea independiente. Hoy no tenemos esas armas. 

© LA NACION
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